"Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja. Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo."
- Versión de los hermanos Grimm, 1812 -
A todos nos es muy familiar su historia: sabemos quién era, por qué su mamá era tan sobreprotectora y cómo se salvó del estómago del lobo feroz. Lo que muchos desconocen de Caperucita Roja es su original monumento, emplazado en pleno Parque Tres de Febrero:
La estatua, comprada en 1937, fue cincelada por el escultor francés Jean Carlus. Semi escondida entre tanta arboleda, en ella se puede ver a la nena, vestida con su tradicional caperuza y unos rulitos de peluquería. Claro, en sus manos no faltan la canasta con torta y dulces, y las flores que debía llevarle a su abuela.
Lo que más perturba (y asusta a más de un chico que pasa a visitarla) es la mirada penetrante del lobo, que, en un segundo plano, acecha y espera el mejor momento para atacar.
Nuestro homenaje a uno de los cuentos infantiles más populares del mundo no siempre estuvo en el mismo lugar. Hasta 1972, permaneció en Plaza Lavalle, pero las autoridades consideraron que era más conveniente emplazarla en algún lugar que se asemejase más a un bosque, razón por la cual la trasladaron a Palermo. Durante varias décadas, recibió visitas de todas las edades.
En noviembre de 2009, recibimos una muy mala noticia: había desaparecido el tradicional monumento. Triste, sólo quedaba su base.
Por suerte, hace poquitos días volvió. Como una novia, blanca y radiante, espera a sus visitas, sin siquiera notar que hay alguien que la está buscando...